Esa revista prohibida
Mi profesora de Geografía era una señora algo pasadita de peso y de años. Cada vez que recibo la visita de su imagen, la veo enfundada en alguno de sus ceñidos pantalones. Esas prendas dibujaban groseramente toda su humanidad. Lucy era su nombre, la profe Lucy. A las diez de la mañana se aparecía en el primer año de secundaria, sección C, mi salón.
—Buenos días… —saludaba instalándose en el pupitre.
Y sus alumnos le respondíamos al unísono con un sonoro “¡Buenos días, profesora!”, mientras nos parábamos como eyectados del asiento de un avión de combate.
La voz de la profe Lucy era chillona. Su rostro nunca ensayaba una sonrisa. Usaba lentes de carey, con lunas oscuras y grandes, que no se los quitaba ni cuando el Sol se había marchado del firmamento. Así, la dirección de su mirada siempre era un misterio. Después de disponer “Tomen asiento”, se dedicaba a buscar en su cartera. Nunca supimos qué. Acto seguido, nos ordenaba sacar el cuaderno. Se paraba lentamente, y empezaba a caminar. Luego, dictaba de un libro. Pobres dedos.
Alguna vez la profe Lucy no llegó a clases. Y como ocurría en esas ocasiones, el salón se sumergió en un murmullo de coliseo. A mi lado estaba Leny, mi compañero de carpeta. No recuerdo bien las circunstancias, pero aún vive en mí el instante en que, lleno de misterio, me dijo:
— ¿Quieres ver algo?
—Sí, Leny —le respondí.
Aquella clase de preguntas siempre concitan una respuesta afirmativa, llena de curiosidad. Y la mía no fue la excepción. Me apegué a Leny quien tenía entre manos un cuaderno. Lo abrió. Y pude divisar en el interior una imagen fuerte y chocante. Era una publicación sorprendente para mis doce años de edad: una revista pornográfica. Estaba impresa a todo color en papel “cuché”. Su formato, pequeño, correspondía al de un cuaderno de veinte hojas.
Leny abría esas páginas apresuradamente, una tras otra. No se divisaban los cuerpos de las parejas. La publicación mostraba, simplemente, grandes primeros planos de los órganos sexuales de un varón y una mujer, en plena copulación. Las imágenes eran crudas, donde predominaban los tonos rosados y marrones, además de salpicados en color crema. Confieso que no me sugerían excitación sexual alguna. Sólo asombro.
Estaba concentrado en esas imágenes, sentado en mi carpeta. Cuando, de improviso, escuchamos el “Buenos días…” de la profe Lucy. Había ingresado al salón. De inmediato Leny cerró el cuaderno; y con él, la revista. Todos nos pusimos de pie, y correspondimos el saludo. “Tomen asiento”, ordenó. Y, como siempre, se puso a buscar en su cartera…
Volvió el murmullo al salón. Y le pedí a Leny la revista, prestada. Accedió. La coloqué adentro de mi cuaderno de Geografía. Y, discretamente, la situé encima de mis rodillas, debajo de la carpeta. Así, aquellas imágenes siguieron cautivando mi atención, nunca antes había visto algo parecido. Absorto en esa sucesión de fotografías, perdí la noción del tiempo. Tan sólo volví en sí cuando a mi lado estaba parada la robusta profe Lucy, con sus lentes enfocados sobre mi cabeza.
— ¡Dame eso! —me ordenó con firmeza.
No tuve otra opción. Levanté la mirada y le alcancé mi cuaderno, con la revista adentro. La abrió. Empezó a hojearla. Su rostro permanecía inmutable. Luego se dirigió a su pupitre. Tomó asiento. Siguió examinando la revista. Al cabo de unos segundos me llamó. No me dijo palabra alguna. Sólo me devolvió el cuaderno, sin la revista. Me mandó volver a mi carpeta. Y empezó con su dictado, como si nada hubiera pasado...
Acabaron las clases de Geografía. La profe Lucy se fue. Leny estaba tan asustado como yo. “¿Qué te ha dicho?”, me preguntó.
—Nada…—le respondí con amargura—. Me jodí… —agregué anticipando que no le iba a delatar como propietario de esa revista.
Me preparé para lo peor. Imaginé a la profe Lucy informando al Director. Me hice la idea de ser expulsado del colegio por ver cosas “prohibidas”. Nadie me había dicho que esas publicaciones estaban vedadas para nosotros, imberbes chiquillos de doce años. Pero, la crudeza aquellas imágenes y los patrones culturales, que entonces no sabía de dónde provenían, me insinuaban que había infringido una regla.
Viví un mar de ansiedad durante más de tres meses. Pero, nunca me llamaron a la Dirección. Tampoco me echaron del colegio. La profe Lucy nos siguió dictando las clases de Geografía. Al cabo de un tiempo mi compañero Leny me preguntó, una vez más, sí me habían llamado el Director.
—No —le respondí.
—Y la profe Lucy se ha quedado con la revista, ¿no? —replicó.
— Sí. Será que le ha gustado… —especulé con inocencia.
Comentarios
en verdad creo que te hizo un favor, entendio que tenias 12 años y andabas con toda la curiosidad y no quizo ser una "soplona" ante el director
te libraste de una buena eh??
gracias por la visita
un bso
Raul
ATTE: ROGGER AVENDAÑO CÁRDENAS
Atte:
Eli
besos
cleydy
Jejeje qué guasa, no? También demuestra que las profes no somos tan chivatas, !caramba!
SALUDOS