ADIÓS, UNJBG
En el autorradio, la rítmica música de Bob Marley suena con sospechosa fidelidad. Mientras voy a al volante de mi cansado Mitsubishi, no dejo de pensar en los rostros compungidos de Amanda, Miluska y amigos más cercanos. Ellos me repreguntaban sobresaltados: –¿De verdad te vas de la universidad…? Y yo les respondía, casi esquivándoles la mirada: –Sí, me voy de la Universidad. Sí. Le di vueltas durante incontables noches de insomnio. Me costó decidirlo, pero los signos premonitorios no se equivocan, me voy de la universidad o ella se va de mí... Ocurre que ya no me gustan sus pasillos ni pizarras, prefiero contemplar desde afuera el silencio de las paredes. Hace rato dejó de hacerme ilusión saltar al escritorio, de madrugada, y preparar las clase del día; disfruto más saborear con egoísmo el menú de mi biblioteca, sólo para satisfacer el apetito de mi lobo estepario. Me fastidia imaginar a los estudiantes como alumnos, me hace feliz tenerlos como amigos. De pronto, dejó d