Especie en extinción


“Siento que me estoy extinguiendo…”, me confiesa Alberto exhalando un profundo suspiro. “No sé qué hacer” agrega con la mirada perdida en el concurrido restaurante del aeropuerto Jorge Chávez, en Lima. Me sorprende. No imagino el porqué de aquellas palabras.

Con Alberto compartí las aulas universitarias. Desde esos días Alberto era dueño de una personalidad auto-afirmativa y machista. Al paso de los años, nos graduamos de Abogados simultáneamente. Tiempo después, cada quien contrajo matrimonio. Hoy, sentados alrededor de esta mesa de aluminio y frente a sendas tazas de café, en el segundo nivel del Aeropuerto, la voz de Alberto suena triste y pesimista: “Siento que me estoy extinguiendo...”

Alberto siempre pensó que el mundo sólo pertenecía a los varones, que las mujeres eran un complemento decorativo, que eran necesarias para las atenciones ordinarias del hogar, únicamente. Por eso, hace trece años, cuando nació mi hija Miluska y no obstante que él también estaba a punto de ser padre, me increpó burlonamente: “¿Cómo, no sabes hacer hijos hombres…?”

“¿Qué te pasa, Alberto? Tu esposa pronto dará a luz, y también puede traer al mundo una mujercita”, le respondí en esa ocasión. “¡No! Yo sólo hago hijos hombres”, replicó con energía y enfatizando la palabra hombres. “Sí quieres, apostamos: mi hijo nacerá varón, lo qué quieras, una caja de chelas… ¿qué dices?”, me retó. Y apostamos.

Un mes después nos reencontramos. Cinco días antes Alberto había sido papá de una risueña nenita. Yó, que estaba al tanto de ese hecho, burlonamente le saludé: “¿Qué pasó, no que sólo hacías hombres?” “Sí…, me nació mujercita, carajo…”, respondió Alberto esquivándome la mirada.

“¿Qué pasó? Estabas seguro de que tendrías un varoncito, hasta me retaste a una apuesta, ¿recuerdas?”, insistí con malicia. “Sí... También aposté casi con toda mi familia... y perdí. Tuve que hacer una parrillada para pagar las apuestas: siete cajas de cerveza”, se quejó rascándose la cabeza.

Sabiendo que afectaba su orgullo, no pude contener la risa. Recobrando la calma, le pregunté: “¿Pero, por qué apostabas con tanta seguridad, Alberto?” “Porque mi mujer se hizo hasta tres ecografías. ¡Y en todas me dijeron que venia un varoncito!”, respondió con amargura. De esta forma, Alberto y yó fuimos padres de sendas niñas, nuestras primogénitas.

Al cabo de dos años volví a encontrarme con él. Yó acababa de ser padre, esta vez de un robusto varoncito: mi Mauricio. Y la esposa de Alberto, Doris, estaba embarazada de nuevo. Ansioso y contento, le participe: “Hola, Alberto. Por si acaso, nació mi hijo. Ya tengo mi varoncito.”

“Hola…”, respondió Alberto sin mucho entusiasmo. “Sé que tu esposa está a punto de dar a luz, otra vez. Supongo que ahora no fallarás, y tendrás un varoncito. ¿Apostamos de nuevo?”, le desafié muy socarrón. Alberto no respondió. No quería hablar de ese tema, el nacimiento de su primera hija le había afectado profundamente, y temía ser padre de una segunda niña.

Y así fue. Al cabo de tres meses Alberto fue padre de otra nenita. El día del nacimiento fue dramático para él. Esperaba que el azar le compensara dándole un varoncito, pero tuvo que resignarse con una nueva mujercita.

Hoy, mientras esperamos la hora para abordar el avión que nos llevará a Tacna, compartimos un café. En medio del bullicio, con los altoparlantes anunciando la llegada y partida de los vuelos, la voz de Alberto insiste penosamente: “Siento que me estoy extinguiendo… No sé qué hacer” Muy preocupado, le interrogo: “¿Por qué?” “Mi mujer acaba de dar a luz, por tercera vez”, me revela Alberto. “¿Y ahora qué fue?”, le repregunto “Otra mujercita...”

Comentarios

Anónimo dijo…
Esas historias son infaltables en los machista, donde estoy tambien yo. Tengo seis nenas. noooooo

Luis
Anónimo dijo…
Hola. ¿de dónde nació ese tipejo llamado Alberto?

Maria C.
Según creencia criolla, las hijas son las que se pegan mas a los papás, mientras q los hijos lo hacen con la mamá.

No entiendo como todavía puede existir gente así y no entiendo como te puedas a sentar a tomar una taza de cafe con un tipo así. Explícale, hazle entender que no es suficiente tener un hijo hombre si él no es lo suficientemente varón para merecerlo.
No creo que le jodan los genes, porque con sus hijas no habría problema, pero si le jode el apellido pues es mejor que no le nazca varón, ese apellido no merece generación.

Mi papá también pensaba así y yo fui el ultimo intento dentro de casa, luego buscó otro lugar para ver si por ahi podía y antes del roche se separaron (Grande má!)Su ultimo retoño q crees q fue?? síiii, MUJER!!! es q hombres así no merecen dejar huella con su apellido, me alegro porque ninguno de esos tuvo un niño. Más adelante se darán cuenta que fue mejor tener una señorita como hija que un zángano como hijo.

casi me sale un post!...jaja

Dennisa--->felizmente mujer

;)
Anónimo dijo…
Ese pata no tiene nombre. Tampoco tendra un hijo hombre. Me rimó la cosa. jajaja

Pepe
Anónimo dijo…
y nunca has tratado de hacer que cambie su punto de vista tan machista, no dudo que esa tipo golpe, abuse o dañe a su esposa e hijas, es un misogino, que asco de tipo. pobres mujeres que duermen con el enemigo.

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