El tema del verano

Llegamos a la playa cuando el sol del medio día despliega sus abrasadores rayos. Ni bien detengo el automóvil, saltamos a la arena. A Mauricio, mi pequeño “cachorro”, sólo le interesa ocuparse de la pelota. A Miluska, mi encantadora “princesa”, le basta portar el “mp4”. Amanda y yo protestamos. Finalmente, todos cargamos las sombrillas, toallas y el pesado “cooler”.
Las playas de mi infancia fueron territorios mágicos de helados y castillos. Después, en mi primera juventud, de “chelas”, cigarrillos, e infaltables amigos. Pero, sobre todo, fueron zonas de arena, mucha arena, un océano de arena junto al mar. Por eso hoy, en el extremo sur del Perú, padezco en esta playa: rocas allí, rocas allá, y más rocas acullá.
El viaje a la playa era una consigna. “Tenemos que ir a la playa, papá”, venía reclamándome Miluska. Ante esa insistencia uno de esos días le inquirí: “¿Por qué?” No creo que sea el simple afán de retozar en la orilla del azulado océano. No. En el verano hay algo más, algo que nos insufla ansiedad y que termina arrojándonos a la vera del mar.
“¿No te das cuenta que en verano todos corren a la playa, papá?“, me había respondido Miluska. Es verdad, año tras año he tenido la sensación que en el verano todos huimos a la playa, pero sin saber de qué. ¿Del Sol? ¿Acaso no es verdad que en la playa el astro rey nos recibe con sus descarnados y cancerígenos rayos? ¿De la gente? ¿No es cierto que junto al mar nos fusionamos con la amenazante y florida multitud? ¿De qué huimos en el verano, entonces?
Aquellas interrogantes deambulan en mi cabeza mientras nos instalamos en la playa. Enclavados en la “Boca del Río” y vestidos a la usanza playera, nos echamos bajo las sombrillas, algo lejos de las carpas y tumultos familiares.
Mis ojos se pierden en el soleado horizonte. Mauricio se ha propuesto cazar a unos cangrejos inexistentes. “¡Papi, escucha esta canción...!”, de improviso me ordena Miluska. Repuesto del sobresalto a través del auricular del “mp4” escucho estas palabras: “Todos los veranos la misma historia: las personas se alejan del ruido de la ciudad, pero no logran escaparse del tema del verano...” Acto seguido mis oídos se llenan con una pegajosa canción: “Este es el tema del verano / el que vas a cantar y bailar en todos lados / Te habla del sol, de la arena y de las olas...”
Bajo el influjo de aquellos sones me doy cuenta: en el verano todos escapamos del tema musical del verano que invade a la ciudad. ¡Qué buena canción!, pienso: elocuente y expresiva. Sí. Viene a mi memoria aquel verano en que Soda Stereo y su tema “Cuando pase el temblor” se habían apoderado de la ciudad y de la playa. También, aquel más reciente donde Bacilos y su “Primer millón” no me soltaban ni en el bus imperial rumbo a Arequipa.
“...Y tiene un estribillo que se te pega / que se te pega y nunca se despega / vamos que te clavo la sombrilla / clavo que te clavo la sombrilla...”, sigo escuchando ese ritmo reguetonero en tanto que, a lo lejos, diviso una bandada de gaviotas. La letra denuncia lo que ocurre en el verano: cuanto más huimos del tema del verano, más cerca lo tenemos.
Las playas de mi infancia fueron territorios mágicos de helados y castillos. Después, en mi primera juventud, de “chelas”, cigarrillos, e infaltables amigos. Pero, sobre todo, fueron zonas de arena, mucha arena, un océano de arena junto al mar. Por eso hoy, en el extremo sur del Perú, padezco en esta playa: rocas allí, rocas allá, y más rocas acullá.
El viaje a la playa era una consigna. “Tenemos que ir a la playa, papá”, venía reclamándome Miluska. Ante esa insistencia uno de esos días le inquirí: “¿Por qué?” No creo que sea el simple afán de retozar en la orilla del azulado océano. No. En el verano hay algo más, algo que nos insufla ansiedad y que termina arrojándonos a la vera del mar.
“¿No te das cuenta que en verano todos corren a la playa, papá?“, me había respondido Miluska. Es verdad, año tras año he tenido la sensación que en el verano todos huimos a la playa, pero sin saber de qué. ¿Del Sol? ¿Acaso no es verdad que en la playa el astro rey nos recibe con sus descarnados y cancerígenos rayos? ¿De la gente? ¿No es cierto que junto al mar nos fusionamos con la amenazante y florida multitud? ¿De qué huimos en el verano, entonces?
Aquellas interrogantes deambulan en mi cabeza mientras nos instalamos en la playa. Enclavados en la “Boca del Río” y vestidos a la usanza playera, nos echamos bajo las sombrillas, algo lejos de las carpas y tumultos familiares.
Mis ojos se pierden en el soleado horizonte. Mauricio se ha propuesto cazar a unos cangrejos inexistentes. “¡Papi, escucha esta canción...!”, de improviso me ordena Miluska. Repuesto del sobresalto a través del auricular del “mp4” escucho estas palabras: “Todos los veranos la misma historia: las personas se alejan del ruido de la ciudad, pero no logran escaparse del tema del verano...” Acto seguido mis oídos se llenan con una pegajosa canción: “Este es el tema del verano / el que vas a cantar y bailar en todos lados / Te habla del sol, de la arena y de las olas...”
Bajo el influjo de aquellos sones me doy cuenta: en el verano todos escapamos del tema musical del verano que invade a la ciudad. ¡Qué buena canción!, pienso: elocuente y expresiva. Sí. Viene a mi memoria aquel verano en que Soda Stereo y su tema “Cuando pase el temblor” se habían apoderado de la ciudad y de la playa. También, aquel más reciente donde Bacilos y su “Primer millón” no me soltaban ni en el bus imperial rumbo a Arequipa.
“...Y tiene un estribillo que se te pega / que se te pega y nunca se despega / vamos que te clavo la sombrilla / clavo que te clavo la sombrilla...”, sigo escuchando ese ritmo reguetonero en tanto que, a lo lejos, diviso una bandada de gaviotas. La letra denuncia lo que ocurre en el verano: cuanto más huimos del tema del verano, más cerca lo tenemos.
Han transcurrido más de cinco horas: en familia disfrutamos de las salobres aguas del mar de Grau, nos divertimos con la mata-gente y, al final, degustamos la merienda. El Sol está agonizando en el horizonte y decidimos retornar a la ciudad. De vuelta, en el automóvil, enciendo la radio y escucho: “...Este es el tema del verano / el hitaso el que vas a cantar y bailar en todos lados / que siempre dice abajo, arriba, abajo...”
Llegamos a casa. Ni bien descendemos, todos corremos a las duchas; salvo, Miluska quien desfila a la sala, enciende el equipo de música, y en el acto escucho de nuevo: “... y tiene un estribillo que se te pega / que se te pega y nunca se despega / vamos que te clavo la sombrilla / clavo que te clavo la sombrilla...”
Ya hemos cenado. Son las 8.00 p.m. Como es habitual, hoy domingo me apresto a ver los programas periodísticos. Acciono el control remoto. El televisor se enciende en el canal de don Baruch Ivcher. De súbito la pantalla se llena con el video del “Tema del verano”, y una vez más escucho: “... pero claro que te clavo / que te clavo la sombrilla / ah, que te clavo la sombrilla...” Decido huir a la señal de don Genaro Delgado Parker. Para mi asombro otra vez me cruzo con aquel video. Y de nuevo escucho: “... Este es el tema del verano / el hitaso que vas a cantar y bailar en todos lados / y que siempre en una parte tiene un punchi-punchi-punchi-punchi...”
Ya no soporto más. Decido apagar el televisor y refugiarme en “El vuelo de la ceniza”, ágil novela de Alonso Cueto que por estos días me entretiene. La canción que denuncia el tema del verano se ha convertido en el “Tema del Verano”...
Comentarios
Ami No Me Vacila Pero De Tantas Veces K La Escucho En La Radio En La Tv Parecierak que nos Estaria Persigiendo!
Fobia Al Tema Del Verano!
Veanlo Con Gracia No Tienen Porque Amargarse Por Algo Estupido!
Que gusto saber de tu persona nuevamente, y ahora con esta nueva sorpresa. Tu blog personal. Buenazo, como el tema del verano, has clavado la plumilla, en vez de la sombrilla, pero en lugar de la playa, en el internet. Asi que se volver� pegajoso. Sobre algunos temas, a propo, lo de Irma, parece un piropo...impresionado amigo?. Y la reina de la casa?. No lo tomes a serio, entiendo que bellezas como ella son ox�genos para plumas �vidas de volar, adem�s de ser muy jovencita, aunque la edad resulta a veces, mediciones de vida, pero no de sentimientos.
Buenazo tu blog amigo, te felicito nuevamente.
Saludos
AL FIN CONOSCO A IRMA
GRACIAS POR ALEGRARME LA TARDE
MA�ANA O TALVEZ PASADO MA�ANA LE ENVIARE MIS COMENTARIOS SOBRE EL TEMA DEL VERANO
UN ABRAZO
Lucia.