Cusco y Francisco Franco


Decido reposar al filo de este angosto camino, en las alturas de Pisac - Cusco. Sentado sobre un filón de piedra y venciendo el vértigo que sugiere este precipicio, contemplo aquellos andenes incaicos que, en perfecta alineación, descienden hacia el valle. Al fondo, entre el verdor de la campiña, el imponente río Urubamba se desliza cual robusta boa monocromática. Concentrado en este paisaje, siento que alguien cruza a mis espaldas. Tras un breve descanso, decido seguir. Al cabo de unos minutos encuentro un gorro sobre el suelo pedregoso. Debe pertenecer a quien pasó mientras contemplaba el valle, pienso. Lo recojo y continúo.

Llego a la cima, a las ruinas. Me detengo en el pequeño “Intihuatana”, émulo diminuto del que existe en Machu Picchu. Advierto la presencia de un solitario turista sentado sobre un muro. Sus ojos vivaces se posan en la prenda que llevo entre manos. “¿Es tuyo?”, le pregunto. “¿Pues, sí?”, me responde con un evidente dejo español. Le entrego. “¿De qué parte de España...?”, le interrogo. “Pues, de Barcelona”, me responde afectuoso. “Estuve allí...”, le cuento. Sonríe e iniciamos una larga plática. Así, conocí a Guillem, mi buen amigo español.

Luego de un paseo por estas ruinas, convenimos hacer juntos el camino de retorno. Tomamos el sendero Inca que, desde el extremo sur de esta cadena montañosa, desciende abruptamente y en línea vertical en dirección al pueblo de Pisac. Tras vencer los casi dos kilómetros de agotadora travesía, ingresamos a Pisac por la zona de la feria artesanal. Luego, nos embarcamos en una “combi” rumbo a Cusco.

Llegamos con las primeras sombras de la noche. Decidimos seguir charlando. Nos dirigimos a un café en la calle Procuradores. Guillem es Ingeniero Industrial, debe estar encima de los sesenta años de edad. Se le ve saludable, lleno de energía. Es delgado y, como todo español, parco y preciso al hablar. Me cuenta de su periplo en estas tierras. Estuvo en el norte y centro del Perú, seguirá al sur, hará Puno. Luego, Bolivia. De allí, a Paraguay, Argentina, Brasil y, finalmente, Uruguay, donde a abordará el avión de retorno a las tierras de don Quijote. Por mi parte, le cuento mis aventuras en Madrid, Barcelona y Valencia.

Casi al final de nuestra charla, se me ocurre preguntarle por la guerra civil española. Le cuento que mis amigos peninsulares, a quienes conocí en el 2005, evadían ese tema; que solo uno se animó a hablar diciendo que en esa contienda se enfrentaron a muerte españoles contra españoles, familias contra familias, hermanos contra hermanos y, a veces, papá contra mamá. Bajo la penumbra de aquel café, también le digo que en esa ocasión comprendí que aquella conflagración había dejado entre los españoles heridas que hasta hoy no han cicatrizado. Y, dudando, le pregunto: “Por favor, ¿y tú qué me puedes contar de todo aquello?”

Los ojos de Guillem descienden sobre la taza de café. Respira hondo. Tras un breve reposo, me revela: “Mi padre, Guillermo, combatió en defensa de la República, en contra de la rebelión militar del General Francisco Franco. Alcanzó el grado de capitán. Fue hecho prisionero en la retirada de Catalunya, en enero de 1939. Fue juzgado y condenado a muerte por auxilio a la rebelión (?)”. Guillem se detiene, mira otra vez la taza de café ahora vacía, y sigue: “Esa pena fue conmutada tiempo después por cadena perpetua...”

Entiendo que no es necesario hacerle saber a Guillem que tengo conocimiento de las atrocidades materiales y jurídicas del “victorioso” Franco, que murieron casi un millón de españoles en aquella guerra fratricida, que si bien los crímenes de Hitler fueron de orden racial, los de Franco fueron de orden político, por tanto, de marcado tinte vengativo; que el 1º de octubre de 1937, como “signo leal y firme a la amistad”, Franco condecoró con la orden de “Gran Caballero” a su homólogos, los dictadores Benito Mussolini y Adolfo Hitler; que el 1 de abril de 1939, al término de la guerra e inicio de la abusiva dictadura (que se extendió hasta el año de 1975), Francisco Franco anunció: "No ha llegado la paz, sino la victoria".

Ya está cerca la media noche. Decidimos retirarnos. Salimos. De pronto, Guillem me dice: “Ven, quiero que veas algo, te aseguro que no te diste cuenta...” Intrigado, le sigo. Como duendes ingresamos a la plaza de armas de Cusco. Vamos en dirección a la Catedral. Ahora estamos en el frontis de esta imponente iglesia. Al pie del campanario, a nuestra derecha, levanto los ojos y diviso una “placa recordatoria” de metal. “¿Te das cuenta?, me dice Guillem señalándola con el dedo índice. “Mira...”, agrega impaciente. Agudizo la vista y, bajo la penumbra de la luz sódica, leo: “El Concejo Provincial del Cuzco. En testimonio de gratitud al pueblo español y gobierno presidido por el generalísimo Francisco Franco por la restauración de esta Basílica Catedral cuya estabilidad fue afectada por el terremoto del 21 de mayo de 1950... Manuel S. Frisancho. Alcalde...”

No puedo creerlo. Guillem sonríe con amargura. ¿Cómo es posible esto?, se pregunta. “Sí, ¿cómo es posible esto?”, también me pregunto. Seguro que sí alguien como Hitler hubiera regalado cincuenta ambulancias al Cusco en aquel fatídico terremoto, también se le habría dedicado una placa acero fundido, en “agradecimiento” eterno.

Comentarios

Anónimo dijo…
Es necesario que las autoridades de Cusco hagan algo. Esa placa no puede seguir alli.

Luis
Renzo Ortiz dijo…
Solemos olvidar que el arzobispado del Cusco está tomado -literalmente- por el opus dei. Esa placa seguirá allí por muchos años más.
Saludos herejes,
Interesante descubrimiento, eso no le resta el lado humano a un sanguinario no?

Por cierto, tu blog tiene bastante contenido y una envidia sana me corroe, el mio lo hizo un amigo, yo solo sé escribir y publicar, si puedes mandame algunos consejos para mejorarlo (como no moderar los comentarios)

A partir de ahora te leeré más

Saludos!
Anónimo dijo…
Giordano: No sabia ese detalle. Gracias. Los curas tienen todo el derecho de rendir loas a quien les apetezca, tanto mas si son del Opus Dei. Pero, ¿el Alcaldec de Cusco?
Anónimo dijo…
Gracias, Denissa: Haber, intentare guiarte para cambiar tu blog a la opcion "no moderar comentarios".

Esta es la ruta:
Acceder a tu blog.
Acceder a "panel".
Acceder a "entradas". Hacer click en la pestaña "moderar comentarios"
Acceder a "opciones de comentarios".
Ubicar: "personas que pueden hacer comentarios". hacer Click en la opcion "cualquiera". ok.

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