ADIÓS, UNJBG

En el autorradio, la rítmica música de Bob Marley suena con sospechosa fidelidad. Mientras voy a al volante de mi cansado Mitsubishi, no dejo de pensar en los rostros compungidos de Amanda, Miluska y amigos más cercanos. Ellos me repreguntaban sobresaltados:
–¿De verdad te vas de la universidad…?
Y yo les respondía, casi esquivándoles la mirada:
–Sí, me voy de la Universidad.
Sí. Le di vueltas durante incontables noches de insomnio. Me costó decidirlo, pero los signos premonitorios no se equivocan, me voy de la universidad o ella se va de mí...
Ocurre que ya no me gustan sus pasillos ni pizarras, prefiero contemplar desde afuera el silencio de las paredes. Hace rato dejó de hacerme ilusión saltar al escritorio, de madrugada, y preparar las clase del día; disfruto más saborear con egoísmo el menú de mi biblioteca, sólo para satisfacer el apetito de mi lobo estepario. Me fastidia imaginar a los estudiantes como alumnos, me hace feliz tenerlos como amigos.
De pronto, dejó de seducirme la universidad. Como quien presiona el “suich” eléctrico, mi entusiasmo se extinguió súbitamente, dejó de divertirme ir a clases. No estoy contento, pero he determinado oír la voz de la naturaleza, cuando algo te ha dejado de gustar, es señal que llegó la hora de gritar con la voz aflautada, quizá:
–Pareeen… ¡bajo, en la esquina!
Está resuelto, y lo digo con mucho cariño:
–Adiós, no volveré a subir más a esa “combi” llamada UNJBG.
Fui el portero, quien hace más de una década, sonriente y de par en par, abrió las puertas de la Escuela de Derecho. Arribaron los primeros cachimbos para estrenarse en sus aulas; a continuación, quienes serían mis colegas.
Sobre el timón de la Facultad se deslizaron las manos de Presidentes de comisiones organizadoras, Decanos elegidos y Decanos encargados. En sus confines, vi pasar a Rectores que lograron el cargo en elecciones bendecidas por los dirigentes de los grupos políticos de turno quienes, cual dinosaurios de un desértico parque Jurásico, como hasta hoy, deambulaban en el campus universitario. También fui testigo del paso de voluntariosos Rectores designados por la Asamblea Nacional de Rectores, cuando aquellas bestias, a mordiscos y manotazos, peleaban entre sí.
La criatura de apellido ESDE empezó a gatear. Después, a caminar: las promociones, avanzaban a todo vapor, con entusiasmo, casi como un tren de sierra. De sus entrañas comenzaron a emerger los futuros hombres de leyes. Uno a uno, los ex alumnos desfilaban por el salón de grados, tras una interminable escaramuza de talento y conocimientos, la mayoría salían sudorosos, pero contentos, con el título de Abogado bajo el brazo. 
Los dinosaurios están muy lejos de la extinción, en la UNJBG. Como diría nuestro Cesar Vallejo, “Son pocos, pero son…” Normalmente tienen el cartelito de docentes “nombrados”. Viven, pululan y engordan en las cafeterías, escritorios de burócratas o, de cuando en cuando, en las aulas. Han hecho mil piruetas para impedir que ésta Universidad elija democráticamente a sus autoridades. Para ellos, la Asamblea Universitaria es un fantoche: no creen en la democracia. Ese órgano de gobierno les sirve sólo cuando el “cocinado” previo (yo seré Rector; tú, Vicerrector...), se formaliza con las votaciones. No obstante, cuando avizoran que la “correlación de fuerzas” les será  adversa, lo patean, abandonan y dejan sin quórum, simplemente. Los reglamentos están hechos a esa medida.
Los dinosaurios siempre han promovido vivir a expensas de los docentes “contratados”.  Con un sueldo promedio de ciento cincuenta dólares, les asignan la carga académica de un docente a “tiempo completo” o “dedicación exclusiva”, sin el pago del diferencial remunerativo que correspondería. Tenazmente se han resistido sacar a concurso para “nombramiento” las plazas docentes que, según los documentos de gestión de la UNJBG, las mantienen vacantes y presupuestadas. Han preferido tener en las aulas a docentes “contratados” o, en el colmo de la audacia, “SNPs” (contratados vía servicios no personales).
¿Cuál era, y siendo la razón? Generar, mes a mes, dadivosos saldos presupuestales para, luego, como un logro administrativo y bajo el nombre de “El Basadrito” u otros parecidos, repartirlos sólo entre sus colegas “nombrados”.
¡Dios, si don Jorge Basadre estuviera vivo! 
Hay más.
Los dinosaurios periódicamente promueven guerras intestinas, en los claustros. A quienes no se alinean con ellos,  les aguantan largamente los ascensos docentes. A sus “cachorritos”, los promueven a la categoría de Asociados o Principales sin que sea necesario que tengan el grado académico que manda la Ley. Podríamos seguir escarbando en sus madrigueras, pero no estoy aquí para hacer de paleontólogo.  
En ese orden “natural” de cosas, ha sido, lo es y seguirá siendo extremadamente difícil hacer vida universitaria. Y yo he decidido hacer el amor, y no la guerra.
A mis ex colegas, los miro con el viejo catalejo que guardo bajo el escritorio. En particular, nadie tiene porqué sentirse aludido por las líneas que siguen, por favor. Pienso en voz alta, en plural y primera persona; más claro: me incluyo en el grupo que corresponda. Hablo de todos y de nadie. Allá quienes se sientan aludidos. 
Algunos, fuimos contratados por méritos propios, con resolución rectoral y previo concurso público, por supuesto. Otros, por la hábil y prodigiosa “muñeca” de los dinosaurios de siempre, de paso en la ESDE. También, estamos quienes llegamos gracias a la propuesta y el empeñoso, sufrido y, a veces, acallado voto del tercio estudiantil.
Ya en las aulas, siempre lo tuve claro: hay quienes dividíamos el sillabus cual dos tajadas de queso agrio: la primera parte, lo dictábamos en aburridas faenas magistrales; la segunda, la encargábamos a los alumnos a través de entusiastas “exposiciones” (dizque para que se entrenen para sus futuros informes orales), una oda a la flojera docente. No fuimos pocos quienes repetíamos el “cursito” año tras año, de memoria, como el cuento de la caperucita roja - edición pirata. Nunca faltaron quienes jamás supimos de preparación de clases, y detestábamos el momento de ingresar a las aulas, malestar que desaparecía cuando se nos ocurría hablar de todo, menos de la balota del día. También, y es justo decirlo, estaban (¿estábamos?) quienes hacían la tarea completa: se dedicaban, con responsabilidad y solvencia, al estudio, investigación, educación, formación profesional y la difusión de la cultura en sus dimensiones científica, tecnológica y humanística y a la extensión y proyección, como reza el añejo Estatuto universitario.
A quienes fueron mis entrañables discípulos —luego, mis amigos—, a quienes en un raptus de emoción, inclusive, honraron con mi nombre una promoción, gracias por todo. Disfruté el bullicio de sus voces, en los pasillos. Fui feliz parado al frente de vuestras carpetas, teniendo encima esas inquietantes miradas. Gocé absolviendo con entusiasmo cada  una de vuestras preguntas, cargadas de inocencia, curiosidad e, inclusive, suspicacia. Gracias, otra vez, los llevaré en mi corazón palpitante, hasta el pitazo final.
En los confines de la UNJBG, los dinosaurios seguirán agitando sus rabos amenazadoramente. Aun cuando el muro de Berlín ha caído (¡hace veinte años!), seguirán hablando de “socialismo”, “luchas sociales” y practicando huelgas pagadas. Los buenos docentes, honorables maestros y talentosos estudiantes, que por fortuna no son pocos; seguirán haciendo la faena universitaria, con sabiduría, entusiasmo y buena fe.
La combi seguirá su marcha, pero desde hoy sin mí. El lobo estepario que llevo dentro decidió no ser más su pasajero. Alzando la mano derecha y con el corazón herido por la  nostalgia, le hace el adiós… 

Comentarios

Luis Torres dijo…
Creo que ningun trabajo es divertido, asi tengamos la vocacion y haberla cultivado desde pequeños, la rutina muchas veces gana al empeño de superacion o una opurtunidad mejor nos hace dejar un trabajo por otro.

Auque e leido dos veces las novela de Hernan Hees no comparto de que un lobo sea solitario, un lobo siempre anda en manada, sobre todo los esteparios, dan la impresion de andar solos pero siempre hay un Lobo alfa vigilando a la manada, nosotros somos animales solitarios, pero a la vez vivimos en sociedad.

Saludos y buena suerte.
Anónimo dijo…
ESA MAFIA QUE MANEJA LAS UNIVERSIDADES PERUANAS ES LA QUE HACE QUE ESTE PAIS SEA POBRE. NO DEBERIA HABER NOMBRAMIENTO EN NINGUN SECTOR DE LA ADMINISTRACIÓN PUBLICA A EXCEPCION DE LOS PROFESORES DE COLEGIO Y LAS ENFERMERAS. EL RESTO SOLO DEBERIA SER CONTRATADO COMO EN EEUU, SI DEMUESTRAS UN BUEN TRABAJO TE QUEDAS SINO ADIOS.

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