En el aeropuerto





Todos van de paso, en el aeropuerto. Agilitos, cual hormiguitas obreras, van y vienen en los pasillos, van y vienen en el counter, van y vienen en las mangas, van y vienen en las escaleras automáticas. Nadie pretende vagar en este vertiginoso paisaje. 

En el aeropuerto, me doy cuenta que llevo demasiada carga encima. Lo compruebo cuando, en la zona de control de equipajes de mano, antes de pasar bajo el arco de control, desembucho todas las cosas que, de por vida, van conmigo. Absorto, en piloto automático, veo que el BlackBerry aterriza sobre la cesta transparente; que el celular de doble chip termina dando vueltas sobre su eje; que las monedas blanco-amarillentas tintinean sin entusiasmo; que la correa de cuero se desliza como una serpiente constrictora en ese nido de polímero. Sólo despierto cuando la billetera, con las tarjetas y el DNI dentro, huye de mis manos, y me angustia una pregunta: ¿si se pierde?
Tras los controles de rigor, caigo en cuenta que el ser existencial desborda los linderos de mi cuerpo. No sólo soy carne, huesos y pensamientos. También, celulares, correas, monedas, billetera, lapiceros y todo eso que, ahora, recupero con ansiedad. Lo compruebo al descender del avión: esa parafernalia viene conmigo, otra vez, pegado, a centímetros o milímetros de mi cuerpo.
Es curioso, a pesar de que todos partimos a diferentes destinos, no podemos escapar del sino de nuestras vidas. En la sala de embarque, si me acomodo, distraído, me aborda el rostro de las cuentas pendientes que llevo encima; si decido navegar a través de la notebook, me asalta el deseo imperioso de ingresar a mi face o gmail; si decido entablar diálogo con alguna cara conocida, vuelven a mí las noticias del pasado. No obstante, mi antídoto, siempre funciona. Algún título, un libro, es suficiente para volar lejos. Lo sé desde siempre. Por eso, instintivamente, con el bullicio del aeropuerto, me acomodo en la zona más apartada de la sala de embarque, cojo la obra de turno y, a través de mis lentes multifocales, que me alivian los padecimientos de la miopía y astigmatismo, devoro con fruición la sopa de letras.
En el aeropuerto, la hora es un mito. Si en Lima son las 00:00 horas, en Madrid son las 07:00 horas; y en Beijing, las 13:00 horas. Sorprendente, ¿verdad?, aquí es sencillo envejecer o rejuvenecer. También es fácil perder algo de mi fastidioso equipaje de vida. En el boarding pass, por ejemplo, no soy Edilberto Cabrera Ydme, sino Edilberto Cabrera; el señuelo de mi destino no es Tacna – Perú, es el vuelo 163; la puerta de embarque a mi vuelo no está ubicada al fondo, a la derecha, número…, es la puerta 14, simplemente.
En el aeropuerto, se me ocurre también que mi vida es una suma infinita de probabilidades. Es probable que mi vuelo despegue a las 17:05 horas, pero nadie puede asegurarme que eso efectivamente ocurra. Ya lo dice “Jarabe de palo”, depende. Depende del clima que haga tanto aquí como en el lugar de mi destino, depende de la inexistencia de alguna avería técnica del avión, depende de los ánimos de los huelguistas de turno, en Cusco –por ejemplo–. Si toman la pista de aterrizaje, “¡Señores, pasajeros, el vuelo ha quedado cancelado!”
En el avión me doy cuenta que es posible y placentero vivir sin el celular. Por los altavoces dicen que el avión va a despegar, y que debemos apagarlo. Cuando lo enciendo, en mi destino, compruebo que el mundo no se ha detenido ni ha sido necesario que me lo cuenten a través del aparato móvil. Ahora comprendo la felicidad de Mario C., mi amigo. No tiene celular, y es feliz. Cualquiera que lo conozca (es un hombre ocupadísimo, socio fundador de un prestigioso bufete de abogados, en Lima) y lea esta infidencia, se sorprenderá. Una vez, en Tacna, le pedí el número de su celular:
–No tengo –respondió sonriente.
–¡Ja! –dije como respuesta.
–No tengo y no quiero tener celular.
–¿Y cómo hacen todos para comunicarse contigo? –insistí con vehemencia.
–Llaman al fijo, pues –respondió encogiéndose de hombros.
–¿Y si no estás? –repregunté con tono malicioso.
–Tengo derecho a no estar, pues, como antes, cuando sólo había teléfono fijo –remachó con indiferencia.
Es verdad. En pleno vuelo, flotando sobre las nubes, disfruto con intensidad orgiástica estar desconectado del bendito celular.
Una vez, por un día, se me ocurrió no contestar el aparato de marras. Craso error. No aguanté ni treinta minutos sin llevarme un encontronazo desagradable. Estaba en la avenida San Martín, en pleno centro de Tacna, a media semana, caminando distraído.
–Riiing… –sonó mi celular. Era Luis M. Decidí no contestarle.
–Riiing… –era Juan A. No estoy, dije mentalmente.
–Riiing… –era César F. No estoy para nadie.
–Riiing… –era el turno de Javier S., mi apreciado amigo. Que no friegue, pensé. No estoy.
–Riiing… –era Javier S., de nuevo. Otra vez él, qué pesado. No estoy, carajo.
Así, deambulaba con el celular en la mano.
–Riiing… –sonó por enésima vez la máquina.
No estoy, no estoy, decía mentalmente al tiempo que ahogaba el odioso timbre con el pulgar de mi mano derecha.
De pronto, no sé porqué, levanté la mirada.
¡Sorpresa!
Me encontré con Javier S., en persona, frente a mí, con su aparatito Nokia pegado a la oreja.
Le vi la cara.
Sonreí nervioso.
–Tengo derecho a no estar. –dije como explicación, mostrándole mi celular...



Comentarios

Lolle dijo…
Que gusto leerte de nuevo!!!

=D es lindo volver a leer a alguien conocido en el blog


q piña q eres apra encontrarte con Javier S

pero al menos entendio

La proxima apaga tu celular y di q se murio la bateria xD

saludos!
Recomenzar dijo…
Tu historia hermosa con un final de cancelación..Me gusta tu estilo directo y claro
besos
Bienvenido de vuelta, profe.
Hola Edilberto bienvenido,está muy buena tu publicación.Con respecto a tu pregunta del escudo el fondo verde significa la naturaleza y la producción.
Qué tengas días de éxitos.Roxana Miriam González de la Ciudad de Rosario
Angiehope dijo…
Que bueno que hayas regresado :)

Aqui te envio un cálido abrazo y una alegria de saber que desde ahora puedo leerte.

Ya nos encontraremos entre lineas otra vez.

saludos
LUIS TORRES dijo…
Cuando por algun motivo dejo el celular automaticamente siento ke me falta algo en mi organismo, el celular es ya parte de mi cuerpo, como un pulmon o mucho mas importante, un corazon, no puedo vivir si el es casi casi una extension de mi ser.

Y para escapar de la rutina y de la vida que nos toco vivir, un buen libro siempre sera el refugio y ese viaje al pasado (o futuro) que siemre queremos tener...

desaparecio ud del mapa, gusto encontrarte nuevamente en la Blogosfera... suerte con los aviones...
Muy buen blog, esta de pelos, me gusta mucho
Interesantes escritos (Y)
Profe Cabrera no se si me recuerde ex alumna de ESCC muy xvre ncontrarlo por esta ciudad virtual

Donna Enciso
Caperucita dijo…
Que rabia da que te pillen en un renuncio jejeje. Pero hay que reirse de uno mismo.
Espero que estés bien.
Besos.
LEYTON dijo…
SALUDOS DOCTOR LA REACION HUBIERA SIDO: "JUSTO SACABA EL CELULAR DEL ESTUCHE PARA CONTESTARTE.. JAVIER S COMO ESTAS?..." BUENO TA BUENO DOCTOR SIGA CON LO SUYO SALUDOS DE LEYTON ALZAMORA ZEA SEGUIRE VUESTROS ESCRITOS.

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