Un semestre con el profesor Cabrera


Abro mi correo-e de gmail, y me sorprende el mensaje colectivo de Carlos, mi alumno del último año, en la Escuela de Ciencias de la Comunicación. Como sus compañeros, es un cuasi-periodista, con los últimos estertores de estudiante, pasea su cuerpo por los pasajes de la Facultad de Letras de la UNJBG. Su rostro me recuerda al “Comegato”, amigo del célebre comic chileno Condorito. El título de su correo-e dice: "Un día con Edilberto Cabrera".

¡Vaya sorpresa!
Mientras engullo el e-mail de Carlos, me rasco la cabeza sobre una zona que no me pica ni molesta. Termino. Permanezco inmóvil, sintiendo en las yemas de mis índices los guioncillos que se elevan sobre las letras "efe" y "jota" del teclado.
Estas pensando en el “sonso-vacio”, papá, me diría Mauricio. Pero, no. “Distraído” no es equivalente a tener la mente en blanco. Es, más bien, prestar atención a un hecho trascendental sólo para uno mismo, y por lo tanto, más importante de todo lo que —en ese momento— ocurre sobre la faz de la tierra. Yo estoy cavilando en las cosas que, cual mosquitos de pantano, tal vez revolotean dentro de la cabeza de Carlos. Sí, pienso en él, y me reconozco, me veo cuando estudiante, en las aulas de la Universidad San Agustín de Arequipa.
En aquellos días, las lecciones de mi maestro Sergio Nieves Núñez —que en paz descanse—, brillante Abogado penalista, me dejaban haciendo surfing sobre las olas de mis curiosidades. Al término de sus clases, me abrumaba una ansiedad que sólo se extinguía cuando, jadeante, aterrizaba en la Biblioteca Central, primer nivel del museo de la UNSA. Allí, entre páginas amarillentas y empastes de cuero, seguía las huellas de los fractales y el “chiche peludo”; de Schopenhauer y los escritores "malditos"; de la teoría de la causalidad y la indeterminación; temas que, fuera del silabo, mi maestro deslizaba subrepticiamente y con la devoción de un cura franciscano.
Sí, él era un gran penalista y yo un mozuelo veinteañero, que soñaba ser, algún día, un eficiente Abogado civilista y, ¿cómo no?, un escribidor de ficciones. Aún cuando la sumilla de su curso estaba lejos de aquellos temas, mi recordado sensei, Sergio Nieves, nutría todo eso. Y sólo de cuando en cuando me ilustraba sobre el Derecho Penal.
¡Cuánto aprendí de él! Me dio todo lo que un discípulo puede esperar de su maestro: motivación, datos certeros, pistas y retos. El especialista en Derecho Penal sentó los cimientos de mi vocación por el Derecho Civil, pero sobre todo ordenó mis lecturas y preferencias literarias. ¡Qué irónicos son los caminos de la Universidad!
Algo de todo eso creo que está viviendo Carlos. Aunque, claro, estoy lejos de ser su maestro, soy, tal vez, su profesor, su profe, simplemente. Pero, un profe urticante, un profe ambiguo, que enseña y oculta, un profe que se divierte huyendo del silabo, un profe que goza sembrando dudas y picando la modorra académica de los estudiantes.
Sí, algo de todo eso creo que soy, me reconozco como alguien que, en la Escuela de Derecho, empieza hablando del "Acto Jurídico", y termina preguntando a los muchachos: ¿Cuántas veces al día piensan en el "Acto Sexual"?, mientras las alumnas arquean las cejas y los varones, cínicos, sólo atinan a bajar las miradas. Soy alguien que, en la Escuela de Ciencias de la Comunicación, dice que la "Costumbre" es la repetición crónica de ciertos hechos con vocación de obligatoriedad, y concluye diciendo que la "Crónica" es (Juan Villoro, dixit) el "Ornitorrinco de la prosa", pues, de la novela tiene la condición subjetiva y la capacidad narrar desde el mundo de los personajes; del reportaje, el dato exacto; del cuento, la necesidad de contar una historia en un espacio corto; de la entrevista, los diálogos; del teatro moderno, la forma de montarlos; del ensayo, la posibilidad de argumentar; de la autobiografía, el tono memorioso y el relato en primera persona, y un largo e-te-ce.
Creo que ese entuerto, que a veces llamo "clases", cautiva a Carlos. Pero él y sus compañeros se dan cuenta: Este profe no tiene nada de Abogado, piensan. Es verdad, no tengo nada de Abogado. No, por lo menos, cuando viniendo de la "Laguna del Derecho", me detengo irreverente ante la "Fosa de las comunicaciones", y pregunto punzante a los chicos:
—¿Conocen a John Lee Anderson? ¿Conocen a Riszard Kapuscinski? ¿Conocen a Gay Talese, verdad?
Y frente al mutismo que se adueña del salón, agrego entre irónico y apenado:
—¿No los conocen? ¿Ustedes, hombres de las comunicaciones? ¿Y de los contemporáneos qué saben? ¿De Juan Pablo Meneses...? ¿De los peruanos...? ¿De Julio Villanueva Chang, Daniel Titinger, Juan Manuel Robles, Marco Avilés, Gabriela Wiener? ¿Nada...?
No los condeno, todos tenemos derecho a no saber. Pero hay algo que Carlos y sus compañeros no sospechan, sobre todo cuando aquellos silencios invaden al salón: Les tengo envidia.
Sí, guardo para ustedes una feroz envidia por las horas que disfrutarán leyendo y aprendiendo de las crónicas de guerra de John Lee Anderson ("La Caída de Bagdad"); las crónicas tercermundistas de Kapuscinski (en África y Europa del Este); los arrobadores perfiles de Gay Talese ("Frank Sinatra está resfriado", "Hugh Hefner: Un play boy enamorado"). Les envidio porque no han vivido la angustia que se apoderó de mí cuando cerré la última página de Sexografías de la "Gonzo" Gabriela Wiener, o Día de visita del "educado" Marco Avilés, o La vida de una vaca del "ecologista" Juan Pablo Meneses, o Lima Freak del "detallista" Juan Manuel Robles, o Grandes Sobras del "provocador" Beto Ortiz.
Si. Les envidio, muchachos. Gocé leyendo (entre otros) aquellos relatos de no-ficción. Los disfruté inclusive más que, cuando adolescente, devoré las obras ficcionarias de los Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Juan Carlos Onetti, Juan Rulfo, Honore de Balzac, Dostoievski, etc. Les envidio, muchachos, porque sentirán las mismas emociones. Pero, sobre todo, porque esas maravillosas vivencias nunca más se repetirán en mí.

Comentarios

Karlita dijo…
WoW nunca hubiera imaginado que un profesor tuviera envidia "de la buena" de sus alumnos...

Me encanto tu post!

saludos!!!
MAR dijo…
QUE INTERESANTE POST!
Cariños par a ti.
mar
Lolle dijo…
jajaja eso de come gato me dio risa... pero como dicen los alumnos aprenden de los aestros y a veces los maestros aprenden de los alumnos
LUIS TORRES dijo…
je..interesante post...

cuando ea alumno del colegio siempre andaba con bronca de mis profesores, por que me enseñan matematicas fisica quimica y esas coas ke no me interesaban. "Enseñen a tocar guitarra, teatro, mas literatura, que no ven ke soy un maldito genio que lo ultimo ke quiero ver en mi vida es una maldita ecuacion" me preguntaba de adolecente.
por eso me meti a estudiar literatura en la san marcos.
y la vida creo ke nos hace dar cambios, ahora soy ingeniero electronico, las matematicas me empezaron a gustar..pero mi aficion por las letras y al arte sigue tan firme como cuando tenia 16 años...

saludos...
HOLA COMO TE A HIDO EN ESTOS DIAS? PERDONA MI AUSENCIA ES POR COSITAS PERSONALES, PERO ACA ME TIENES VISITANDOTE, TE DEJO UN ABRASITO Y QUE DISFRUTES DEL FIN DE SEMANA BUENAS NOCHES
Pato´s dijo…
Muy buen relato! BESITOS ELDIBERTO QUE TENGAS UNA LINDA SEMANA:)
LUIS TORRES dijo…
Hola cuando tenemos algo nuevo tuyo.. por aca visitandote y no hay rastros de vida..
Rogger dijo…
MACANUDO , PROFE. AHÍ SALEN LOS CRONISTAS DEL NOVOPERIODISMO:)
algo nuevo se aprende, y de ti es un mundo en sabiduria la verda siempre es bueno tener un ejemplo a seguir.
amanda dijo…
estoy segura que siempre todos podemos aprender de todos :)
escuche la cancion "todo cambia" buena letra, tal vez yo no cambio porque estoy muy dolida, todavía no puedo confiar en las palabras de algunas personas; espero superarlo, de verdad que si.
por otro lado, es cierto; "acto juridico" fue mi profesor xD, mi nombre en el blog es ficcion porque prefiero mantenerme así; y de todas formas, gracias por pasar x mi lugar :)
yessenia dijo…
muy buen post!!!
y dejeme decirle que a Gabriela Wienner ya la lei..gracias a su discipulo Luis Angel.
lo seguire leyendo.
atte.
yessenia
Anónimo dijo…
En aquellas clase, yo le ofrecí un trueque mi uno y dos de etiqueta negra (o de dedomedio), por algún libro q yo no tenga su respuesta fue "tenemos a hablar". Jajaja. Ya - quién sabe - necesite de sus enseñanzas, es decir para la próxima estaré más en clase.

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