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Mostrando las entradas de octubre, 2008

El pollo a la brasa

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Mientras con Miluska, mi pequeña hija, nos aprestamos a saborear el primer bocado de este suculento pollo a la brasa, en el “Norky’s” del Centro Comercial Risso; en alguna granja del sur de Lima cientos de pollos han sido alineados pico abajo sobre un cordón de metal. Acaban de cumplir los treintaicinco días de vida. Vivitos y suspendidos de las patas, esperan su turno para ser degollados. Ocho horas antes de recibir el certero tajo que les seccionará la yugular, probaron sus alimentos por última vez. La muerte no le puede llegar antes: el intestino conservaría material orgánico, y contaminaría el proceso de sacrificio. Tampoco, después: la mucosa intestinal desaparecería, y el intestino se rompería con facilidad durante la evisceración. Como se ve, la “última cena” de los pollos ha sido rigurosamente prefijada. La espera del cuchillazo tampoco estuvo librada al azar. Aún alborotados, fueron acogidos en un ambiente ventilado y bajo sombra. Es indispensable este confort porque las altas